¿Multisala, multiplex, megaplex?

 

 

Multiplex, pero también multisala o megaplex: son términos recurrentes para indicar los complejos multisalas que se han ido afirmando paulatinamente en Europa, sobre todo a partir de los años 90. El problema es que estas definiciones suelen utilizarse de forma equivalente, generando confusión o incomprensiones, tanto entre el público como entre los profesionales. La presencia de varias salas en un único emplazamiento, que es sin duda el elemento de diferenciación más evidente respecto al modelo original de cines, no puede considerarse suficiente para agrupar en una única tipología instalaciones muy distintas entre sí, y que a menudo ofrecen al público servicios diferentes. Entre los criterios fácilmente identificables para poder distinguir los distintos tipos de estructuras hay que mencionar la existencia de servicios adicionales y un diseño específicamente orientado a una pluralidad de pantallas. Si observamos el proceso de transformación que en los últimos treinta años ha afectado, aun con distintas modalidades, a los cines de todos los países europeos, parece que este último criterio reviste una importancia fundamental. Aunque, tanto las estructuras nacidas del fraccionamiento de un cine con una única sala inicial, como las que se han diseñado ex profeso permiten dar al público una mayor oferta de películas, en términos de economía de escala y de flexibilidad ante las variaciones de la demanda el proyecto específico responde, sin duda, mejor a los objetivos. Por consiguiente, parece comprensible que se emplee el término “multisala” para indicar las salas obtenidas por fraccionamiento y que, en cambio, la condición necesaria para identificar un multiplex o un megaplex sea un proyecto específicamente pensado. Es evidente que el tamaño de los cines multisalas diseñados ex profeso puede ser muy diferente e ir, en general, desde 4-5 salas hasta 25 y más. ¿Son todos ellos “multiplexes”? Sobre este tema, las investigaciones promocionadas por MEDIA Salles ofrecen una orientación muy útil. De hecho, aunque hasta ahora no se ha llegado a adoptar una terminología oficial, desde el punto de vista práctico, en el mundo profesional ha hallado una amplia aceptación la definición operativa adoptada por MEDIA Salles y oficialmente reconocida por la UNIC, según la cual no se puede hablar propiamente de multiplex si el complejo no consta como mínimo de 8 salas. Como se recoge en la Sección 10 de la Introducción metodológica, esta práctica se basa en los resultados del estudio llevado a cabo por London Economics por cuenta de MEDIA Salles, publicado en el “White Book of the European Exhibition Industry” (segunda edición, 1994, vol. II, p. 48). En función de un estudio econométrico, London Economics afirma que el efecto multiplex se obtiene plenamente sólo con un mínimo de 8 salas. Este enfoque, que tiende a considerar sobre todo la eficiencia de la fórmula multiplex (en términos de nivel de utilización de las instalaciones), parece preferible respecto a la identificación de una serie de elementos cualitativos (aparcamiento y servicios de restauración, por ejemplo, y también tamaño de las pantallas, disposición escalonada de las butacas, distancia entre butacas, vestíbulos espaciosos, aire acondicionado, calidad del sonido etc.) que de por sí podríamos encontrar en instalaciones que no son multiplexes y que, entre otras cosas, podrían no resultar todos necesarios para definir lo que es un multiplex como tal (cfr. J. Ph. Wolff “Of multiplexes and multiscreens”, UNIC, París, dic. de 1993). Sin entrar en más detalles, baste pensar lo difícil que resultaría, con fines estadísticos, valorar elementos cualitativos como la amplitud de un vestíbulo. Por otra parte, tal como observa J. Ph. Wolff en la Introducción metodológica de este Anuario, los complejos con un mínimo de 8 salas suelen tener características cualitativas bastante parecidas, lo cual hace que esta categoría resulte suficientemente homogénea con fines estadísticos. Más difícil resulta una definición de megaplex. En su intervención en Eurovisioni 1995, J. Bert (Grupo Kinepolis) propuso utilizar dicho término para multiplexes con un mínimo de 15 salas. En 1998, en cambio, la UNIC (Unión Internacional de Cinemas), que planteó este tema en su Asamblea General, prefirió el criterio de un mínimo de 16 salas, por ser el doble del número mínimo de salas que tiene que tener un cine que se pueda considerar un multiplex. Aun no habiendo adoptado una terminología específica, MEDIA Salles, ya en el Anuario de 1998, empezó a subdividir los multiplexes, que en un primer momento se habían agrupado en la categoría de 8 o más salas, en otras clasificaciones diferentes. Es interesante observar que aproximadamente un 93,3% de los 1.122 complejos que se reflejan en Europa el 1° de enero de 2008 se refieren a categorías de entre 8 - 11 y 12 - 15 salas, lo cual parece reforzar el criterio de un mínimo de 16 salas para un megaplex. A la espera de investigaciones más detalladas sobre el tema, la observación de los complejos ya existentes de 16 salas como mínimo demuestra que, en esos casos, la estrategia de la empresa tiene un papel decisivo. Con respecto a los multiplexes de un tamaño más usual, en la decisión de construir instalaciones de este tipo entran en juego elementos ligados a la magnitud de la inversión y a la gestión del complejo, que implican un alto nivel de compromiso. Entre ellos hay que destacar la localización de las instalaciones en función del tamaño del mercado potencial y también de la existencia de infraestructuras adecuadas, la relación entre el cine y las actividades comerciales que se consideren sinérgicas, el aprovisionamiento de películas. Por consiguiente, no parece casual que conjuntos del tamaño anteriormente descrito que, por lo menos hoy en día, se consideran excepcionales, se conciban a menudo como instalaciones autosuficientes que, por ejemplo, no están integradas en un centro comercial y se encuentran en áreas muy periféricas, donde el cine se convierte en el elemento motor del desarrollo. En algunos de estos casos el cine se integra luego con otras ofertas de espectáculo o de servicios de ocio (por ejemplo, un gimnasio) más que de “shopping”. Desde el punto de vista de los temas ligados a la gestión, puede resultar interesante analizar hasta qué punto ha influido en las empresas exhibidoras, que han ampliado su actividad a la distribución, el ser gestoras de complejos con un número elevado de salas, para poder garantizarles un flujo de producto regular y variado.

 Elisabetta Brunella


 Este texto es una versión actualizada de los artículos publicados en la Newsletter de MEDIA Salles “European Cinema Journal”, n. 2, junio de 1999, y en la revista Multisala International, n. 2 marzo/abril de 2000.